He vuelto a cerrar la puerta de la calle, dejando la cabeza fuera.
Llevo un chichón en la cabeza, por encima del ojo, y lo malo, es que no es la primera vez. Ayer por la noche en el sofá:
-Cariño, me ha vuelto a pasar.
-El queeeeee (mirada fija en la tele, cigarro en una mano y el mando en la otra)
-He vuelto a cerrar la puerta con la cabeza fuera!
-Jodeeeer Gemma!!! la semana pasada pasaste por el marco de la puerta en lugar de pasar por el agujero!!!
Y así vamos... yo creo que es despiste, o que voy haciendo las cosas a toda ostia y al igual la información no llega a mi cerebro para que dirija al unisono todo mi cuerpo, yo que seeeee. Años más tarde me enteré que llevaba chichonera y un arnés siendo renacuaja, por lo visto me arrancaba a correr y frenaba con el cholón.
Si pupas lo soy un rato, pero es que voy siempre llena de cardenales, hasta estuve un tiempo tomando vitamina K por si era mala circulación y producía moretones a la mínima, el caso, es que no, que mi torpeza es la culpable. Si hay una mesilla con canto, tranquila, la espinilla que se queda allí es la mía, si hay un mueble de cocina a la altura de la cabeza, la mía es la que se acabará empotrando, y seguro que en el canto, y si hay agua en el baño, fijo que me descalabro, pero lo peor de todo, es cuando vas corriendo descalza y te dejas el dedo pequeño del pie en el marco de la puerta!. Auuuuuuuuuuuuuuuu.
Con el tiempo una asume que se parece a un camaleón con tanto cambio de color, primero morado, luego verde, más tarde amarillo... y así vamos, pero vaya, que yo creo que a eso de los 80 años y cuando mi movilidad se reduzca notoriamente, me dejará de suceder, aunque creo que los achaques de esas edades son aún peores.
Una vez dije de hacerme un traje de esos de humor amarillo, y aún les estoy dando vueltas...
Por cierto y cambiando de tema, se vende estola de piel color blanco/gris/negro con cabeza y cola de Husky, monísssima. Pelo excelente, criado con Royal Canin. La madre que parió al perro, ya me decía que el cojín que le hice no lo quería, so perro, pues no nos vamos a cenar y a la vuelta el muy desgraciado se había comido el cojín! Yo ya no puedo con ese bicho, me desgasta. Claro, cuando el tío listo oye las llaves en la cerradura ya se esconde debajo la mesa, es imposible pillarle infraganti, y no puedes regañarle, vaya, que no hay manera. Y encima, me viene el etólogo diciendome que es un recurso por estrés de abandono, que el cojín desprendía mi olor y el perro asume que el cojín soy yo, vaya que encima está cegato perdido, y que cuando se da cuenta que no interacciona, pues va y se lo come, o sea, que a la próxima me como yo al perro por no interaccionar cuando a mi me da la gana. Joer, si hasta lo cojo y me lo llevo en bicicleta cada día con la rasca que mete para que gaste energía, que a la vuelta parecemos Eliot y Ete, yo ahogada perdida y estirando al chucho porqué se frena. Vaya que me tiene bien distraida.
Otra manera de distraerme es haciendo complementos, y he aquí otra pieza de la colección
WWRY, esta vez color verde oscuro.



